martes, 25 de abril de 2017

Álvaro Fayad Delgado

Por: Carmen Lidia  Cáceres

Álvaro Fayad fue otro quijote, de los tantos que ha parido la larga y trágica historia colombiana. Desde que tuvo memoria de su existencia, supo que su destino era torcerle el cuello a una realidad dolosa y miserable que regía los destinos de un país ahogado en la violencia, la ignorancia, la exclusión, el hambre y la incertidumbre. Estudió como todos los estudiantes de su tiempo, priorizando las materias que le gustaban, por considerar que le ayudaban a su formación y a perfilar un donde vivir y crear en paz, aquellas clases que abrían  caminos y conciencias. Así, dejaba de lado aquellas materias que, percibía que estaban orientadas a moldear el prototipo del ser humano que había de estar al servicio de una casta política dispuesta a criminalizar todo tipo de expresión social y cultural, que pudiera atentar contra los privilegios históricos que se habían apropiado con la ayuda de la cruz y el machete. 

Conoció al cura Camilo Torres cuando se presentó a la entrevista personal, requisito para el ingreso a la facultad de psicología de la Universidad Nacional. Con el paso del tiempo forjaron una amistad que les permitió compartir la literatura, el cine y debatir sobre política en general y la colombiana en especial, plantear posiciones y analizar alternativas frente a la situación del país, encuentros que le permitieron fortalecer sus convicciones sobre la soberanía, la democracia, la participación y madurar sus posiciones sobre la importancia del trabajo popular y el contacto con estas poblaciones.

Esa sería su primera visión de la Colombia desgarrada, hecho que lo llevó a ingresar a las filas de la juventud comunista, luego a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y después a las filas del Movimiento 19 de Abril M-19, de cuyo grupo rebelde fue cofundador, integrante del Comando Superior de la organización y posteriormente Comandante General, después de Jaime Bateman e Iván Marino Ospina.

Durante su comandancia en el M-19, Alvaro Fayad lideró el proceso de Cese al Fuego y Diálogo Nacional, se destacó en la búsqueda de la unidad del movimiento guerrillero; su liderazgo, su capacidad política y su visionario espíritu de unidad, fueron definitivos en la construcción, desarrollo y avances de la Coordinadora Nacional Guerrillera, donde fue  reconocido como uno de sus fundadores y principales gestores. Alvaro Fayad fue un dirigente revolucionario que trascendió las fronteras del  M-19.  
La muerte lo sorprendió haciendo contactos con militares activos y en retiro, ministros y personajes influyentes de la política nacional, encuentros encaminados a la búsqueda de una negociación para la paz.

Al momento de su muerte, Carlos Pizarro, escribió: ¨La nación pierde a un dirigente íntegro, al revolucionario para quien la creencia en el hombre como hombre y como universo social estaba por encima de todo¨.

Cuatro años después de su muerte, su lucha y la de todos los insurgentes de su movimiento y otros más, se concretó en la  firma de los Acuerdos de Paz que dieron continuidad al proceso de paz, cuyas aspiraciones se materializaron en un nuevo ordenamiento político, la Constitución de 1991.

Como un guerrero de la vida, Álvaro Fayad fue uno de esos seres poéticos que vienen a este mundo a dejar bien grabadas sus huellas, no solo en sus seres queridos, compañeros, amigos, militantes, sino en el corazón de una nación tan necesitada de Álvaros Fayads desde siempre. Le gustaba el mar, especialmente aquella ola que lograba ubicar  después de escuchar por largo tiempo el rugido del mar y el silencio que produce el ruido de los mares eternos, esa ola que le permitía lavar el alma, para que las utopías tuvieran un lugar donde soñar con otra realidad para un pueblo.

Lector incansable de todas las literaturas. Amante del teatro y hasta actor en algún momento de su vida como estudiante, de la buena música y del buen cine. Era un hombre íntegro, amigo de sus amigos, leal, justo, al igual que amaba a su mujer, cambiaba el pañal a sus niñas, las bañaba y les cantaba canciones de cuna, asumía la comandancia de la organización con la responsabilidad que su quehacer requería, siempre con la mira de una patria grande, capaz de contener el tamaño de los sueños de todos los integrantes de su organización y de la nación.

Compartió el proyecto democrático del M-19 concebido como el sancocho nacional, donde cabía todo el mundo: negros y blancos, poetas y políticos,  liberales y conservadores, comunistas y ateos, todos y todas. Pero la magia de su rebeldía no lo libró de la cárcel, de las torturas, ni de las soledades de las guerras cuando parecen perdidas. Aquellas derrotas momentáneas fueron curtiendo el corazón, el alma y la piel de un guerrero fiel a su destino y su vocación de soñador insuperable para siempre. Fue ejecutado extrajudicialmente el 13 de marzo de 1986 y desde entonces su nombre y legado es referente para la vida política del país, y sobre todo cuando sus escritos, sus condenas al gobierno, su defensa jurídica ante los tribunales militares en el Consejo Verbal de Guerra contra el M-19, dejan al descubierto el gran artífice de una nación que hoy camina junto a sus sueños. 

Es pues hora de rescatar su legado, sus enseñanzas y sus ideales. Las nuevas generaciones reclaman la verdad histórica. Y Álvaro Fayad es una verdad histórica que brilla con luz propia en la historia colombiana de las últimas décadas.

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Nota: Nos comentó Carmen Lidia Cáceres, su compañera, que este texto fue escrito para un homenaje al Comandante Álvaro Fayad, realizado conjuntamente con la Fundación Carlos Pizarro Leongómez en marzo de 2015, en conmemoración de los 29 años de su asesinato.

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