miércoles, 15 de enero de 2020

Raúl: El poder de lo sutil


"Acá lo más revolucionario es la verdad"
Germán Rojas Niño, El Comandante Raúl


Por: Ángel Beccassino*

A.B. –¿El actual proceso significa que definitivamente el M-19 deja a un lado la línea militar?
G.R.N. –Sí. Lo que pasa es que de todas formas eso nunca se da. Por ejemplo, para nosotros las armas son el diez por ciento de lo militar. Las armas son la punta del iceberg. Porque lo militar es organizatividad, disciplina, responsabilidad, jerarquías, capacidad de programación, de planificación, eficiencia de cumplimiento en tiempo y forma… Y en la punta de todo eso están las armas. Y a su vez, toda esa estructura militar es la punta de un proyecto político. Es decir, nosotros nunca hemos tenido a la lucha armada como algo válido por sí mismo, sino que ha sido esa lucha la expresión más alta de una política, de una propuesta política que solo podía ganar espacio mediante la lucha armada. Ahora pensamos que se abre para el país una etapa nueva de contienda política, que surge como expresión de todos los conflictos armados que se han venido dando, y de una rectificación que hacemos nosotros en el sentido de comprender que hay una crisis en la sociedad, que es una crisis de tipo democrático, y que también hay una crisis en las formas de lucha, que han llegado al grado más alto de desarrollo pero no han logrado hacer que el pueblo participara en esas luchas.
El presupuesto nuestro es en este momento una nación en paz y democracia, o una nación en lucha por la paz y la democracia. Pero como nación, no como grupos.

A.B. –Pero las armas tienen un peso, y ese peso es el que les permite a ustedes lograr el espacio político que están logrando, y que no logran otras organizaciones políticas con un número de votos superior al conjunto de la fuerza guerrillera en el país. A  vos te dan este espacio por el peso de tus armas, y  del uso que has hecho de ellas. Lo que has demostrado ser capaz de hacer con ellas.
G.R.N. –Bueno, sí… las armas son un elemento que genera mucha fricción al interior de la oligarquía. Por eso negocian. Porque sienten que ellos no tienen toda la legitimidad de las armas. Ellos negocian buscando que haya una entrega de armas. Pero nosotros en el Tolima no pactamos la entrega de armas. Pactamos la desmovilización, que es simplemente no usar las armas. La desmovilización no es la entrega de armas, sino una voluntad de no usar más las armas. Si las condiciones continúan como van, que creemos que sí van a continuar así, nosotros podemos es botar las armas, podemos echarlas entre ácido… o derretirlas y hacer tractores. Porque para nosotros las armas estas se pueden volver a tener cuando se quiera. Tenemos la capacidad y la experiencia suficiente para construir un ejército cuando queramos, porque están los cuadros, los hombres, la experiencia para crear una estructura de ejército y miliciana. Lo menos importante son las armas.

A.B. –Cuando ustedes negocian con un gobierno que va a cambiar en el plazo de un año… ¿qué pasa?
G.R.N. –Sí, va a cambiar el gobierno, pero las cosas no pasan en vano. Lo que está ocurriendo en Colombia es que se está abriendo un marco histórico nuevo. Por ejemplo, en las fuerzas armadas uno siente que hay una forma nueva de ver la situación colombiana. Y lo mismo ocurre  en todos los sectores del país. Alrededor de este proceso, que cuenta con el compromiso del jefe del gobierno, del jefe del partido de gobierno, del comandante de las fuerzas armadas, y con la participación de la iglesia, de los gremios, se está creando un nuevo eje de relación nacional. Y eso no pasa en vano. Nosotros pensamos que dentro de esto, así como se habla en la guerra de un punto de no retorno, también aquí hay una posibilidad de llegar a un punto de no retorno.
Como M sabemos que vamos claramente hacia un punto de no retorno hacia la paz. Pero el problema es como nación. Porque, por ejemplo, aquí tienen que cambiar muchas percepciones de lo que significan las cosas que ocurren. Lo grave, por tocar un caso de hoy, no es que hayan matado a Afranio Parra, a un guerrillero. Lo grave aquí es que a cualquier ciudadano lo pueden matar así como a él, y eso la gente no lo ve. No se da cuenta que lo grave es que se pueda, en este país, matar así a cualquier ciudadano. Porque eso no es un peligro para diez, quince, veinte, cien o mil hombres del M, sino para treinta y pico millones de colombianos. Aquí para llegar a ese punto de no retorno como nación, es necesario que cada uno aporte. Que haya cambios hasta en la forma de informar. Que la prensa trate de esclarecer las cosas, de no provocar elementos de roce, de conflicto…

A.B. –Pero parecería que la realidad no va por ese lado. Por ejemplo, uno observa que cuando los noticieros de televisión entrevistan a los voceros del M-19, las preguntas están cargadas de escepticismo hacia el M, de dudas hacia la palabra del M…
G.R.N. –Pienso que a los medios que quieren hoy en día proteger al estado, les falta agilidad para comprender lo que está pasando. A nosotros nos gusta que nos hagan preguntas duras, que nos confronten duro. Que nos hagan preguntas que nos permitan no solamente mostrar nuestras certezas, sino medir al fondo de nuestro corazón también esas certezas. Es decir, a nosotros nos hace bien. Y ellos, que nos quieren hacer mal, son los que pierden… porque el pueblo sí nota esa dureza. Y eso nos sirve, dentro de la psicología de la propaganda, como una contrapropaganda.
Creo que hay que trabajar por la distensión, no solamente de la voluntad y la actividad armada, sino incluso del lenguaje. En toda esta etapa el lenguaje de muchos ha estado recubierto de una intención de mostrar fuerza. Por ejemplo, el gobierno…No se puede lanzar una iniciativa para la paz, una “iniciativa”, con un carácter de imposición de ley. Aquí pasa mucho eso. Por eso  es necesario distender hasta el mismo uso del idioma. Y rescatar el valor de la palabra. No solamente en el sentido de la palabra como compromiso, sino también de la palabra como verdad. Que se pueda decir la verdad en este país. Que la gente no tenga miedo a decir la verdad. Que se rescate el valor de la credibilidad de la palabra. Porque aquí la mayor violencia que ha habido ha sido la mentira.
Dentro de este proceso actual, una cosa que trazó posibilidades para el diálogo entre el gobierno y el M-19 fue también una crisis de la verdad. Una crisis, por ejemplo, en las relaciones que el gobierno mantenía con las FARC por el teléfono rojo, donde siempre lo que se dijeron fue, con todo el respeto, mentiras. Hasta que llegó un momento en que necesitaban decirse verdades, y no sabían por qué medio hacerlo. Porque toda verdad que pasara por ese medio era muy posible que fuera una mentira.
Nosotros, como M-19, no podemos meternos en un juego de mentiras. Nosotros tenemos que mantener la verdad de esto. Porque la verdad es la base de la revolución. Acá lo más revolucionario es la verdad.

A.B. –¿Qué es la verdad?
G.R.N. - Si uno se compromete con algo, si uno cree en algo, cumplir con eso. Ir hasta las últimas consecuencias en ese compromiso. Comprometerse sin doble juego. No hacer la paz con la idea de ganar terreno para una posición en la guerra. O prometer algo que uno no está decidido a cumplir.

A.B. –Es decir, se trata de rescatar la verdad como un instrumento de la relación social, un instrumento de comunicación que posibilite la armonía social.
G.R.N. –Claro. Que sea el medio a través del cual comunicamos.

A.B. - Hablame de tu visión del proceso que viene, de la incorporación de la guerrilla a la vida legal.
G.R.N. –Lo primero es que por sobre todo obstáculo hay que considerar que Colombia ha llegado a un punto donde el índice de mortalidad más alto es por homicidio. Es decir, por sobre toda otra enfermedad, a pesar de que somos un país subdesarrollado con altísimas tasas de tuberculosis, de enfermedades endémicas de todo tipo, la tasa más  grande es por homicidio. Entonces eso pone por encima de todo la paz. La paz es la prioridad, y hay que ajustarse a esa prioridad.
Ahora, el estado colombiano no ha logrado ocupar todo el territorio colombiano. La ley no llega hasta los lugares últimos de la nación. A veces ni siquiera hay ley en sectores muy céntricos. Hay familias que agonizan con problemas de tipo policivo muy pequeños, pero que tienen que resolverlos con la venganza y la muerte. Una pelea entre vecinos, que sería muy fácil de resolver por un juez, un inspector de policía, una autoridad cercana, se resuelve con el aniquilamiento muchas veces. El ciudadano está inerme, y cuando llega la guerrilla tiene que cumplir ese papel, tiene que ser la ley.

A.B. –Tiene que llenar ese vacío de estado.
G.R.N. –Sí, tiene que llenar ese vacío, colaborar con el estado en eso. Entonces resulta que nosotros hemos estado desde hace tiempo cumpliendo papeles que no deberían ser los nuestros. Papeles de institucionalidad, como fuerza militar de un pueblo que ayuda a arbitrar los problemas cotidianos.
Nosotros creemos que no se contradice lo militar con lo civil, en la medida que lo militar es un apuntalamiento del derecho civil. Nosotros tenemos un eslogan, que dice “Con el pueblo, con las armas al poder”. Pero nosotros hemos ido madurando también esa consigna. El poder, en este momento, es respeto mutuo. El respeto de todos por los derechos de todos.

A.B. –Es como decir que la justicia sería para vos el poder.
G.R.N. –Sí. Una justicia real, en la que están inscritos todos, ejército, partidos, todos.

A.B. –Y aspirar al poder sería aspirar a la justicia.
G.R.N. –Sí. Nosotros creemos que el poder es como una entidad diluida en toda la sociedad. Una entidad hecha de dignidad, de respeto, de convivencia… Y con unas reglas de juego donde haya espacio para las minorías, las mayorías, el individuo. Yo creo que de lo que hablamos es del poder del hombre como ser realmente creador dentro del espacio de la naturaleza. La justicia, en el fondo, es el respeto a la vida, no solamente del ser humano, sino a la vida total, a la vida del planeta mismo, a la vida del universo… A proteger el milagro de la vida.


A.B. –¿Existe Dios, para vos?
G.R.N. –Pues yo hoy comulgué. No sé muy bien por qué… Yo nunca había comulgado. Pero hoy, viendo esta iglesia, los símbolos de la patria, los símbolos de nuestra organización, el símbolo de Afranio Parra, que es una lucha apasionada, que él hablaba siempre de eso… Camilo Torres también hablaba de eso. Decía que Dios es el amor. Pero no el amor contemplativo, sino el amor actuante, el amor eficaz. Y yo veía al sacerdote hablando, y todo lo que decía era cierto para mí, la lucha de los que están buscando la justicia, la protección de la vida… Yo creo en eso. Por eso hoy comulgué.

A.B. –¿Qué es Dios?
G.R.N. – Yo creo que es como un estado total de identidad. Mejor dicho, es no sentirse uno parte de la naturaleza, el rey de la naturaleza, ni nada de eso, sino sentirse… no sé, como totalmente ligado al tiempo eterno. No desesperarse por un momento de lo que es la vida, una expresión de la materia, maravillosa pero efímera… Y por esto también grandiosa. (Risa)

A.B. –Como concepto, la libertad, ¿qué es?
G.R.N. –(Silencio) La libertad, para mí, es por un lado el respeto a los demás. Yo creo que la libertad es el comprender… El poder comprender incluso hasta a los verdugos. Por ejemplo, si a uno lo están golpeando, poder entender que simplemente ellos no han entendido las cosas. Y poder, dentro de eso, escoger uno morirse tranquilamente en manos de los verdugos, ¿no?

A.B. –La capacidad de comprender… es la capacidad de ser libre.
G.R.N. –Yo sí creo eso. Yo siento eso.

A.B. –¿Y el poder? Ya hablaste un poco, pero profundizá ahí.
G.R.N. –Últimamente yo he estado haciendo un símil muy raro con las arañas… Y es que las arañas tienen para mí una lección de política. Las arañas, pues son feas… todo el mundo dice que son feas, pero las arañas tienen una identidad muy hermosa. Colocan su telaraña, que es tan débil, y sin embargo el viento, por más fuerte, nunca la rompe. Donde ella la coloca, el viento nunca la rompe. La colocan en un lugar, y en una forma, que aun tan débil puede soportar el viento. Soporta si le cae polvo, mugre. Soporta el peso de los animales que caen ahí para alimento de la araña. Y tiene unos hilos que solamente ella conoce cuáles son los importantes para moverse, y cuáles no. En ese sentido, de verdad le muestra a uno que el poder no es apabullante. El poder fundamental, ¿no? El poder fundamental es el de la sutileza. Y dentro de eso yo creo que nosotros estamos desarrollando una capacidad del M-19, que es un estilo de una profunda sutileza política. Y también armada. Nosotros hemos sido sutiles en todo eso. No hemos jugado nunca a un poder apabullante, de estar sobre un adversario con el corazón abierto y nuestras manos llenas de sangre. No. De pronto es hacer que el enemigo sea amigo de uno, ¿sí? Yo creo que el poder es eso.

A.B. –El poder es lograr que el enemigo sea amigo de uno.
G.R.N. –Sí. El poder sería eso. (Risa) Más que apabullar y destruir, es cautivar, seducir, transformar… Con un periodista tuvimos una discusión, porque él decía que la lucha es la lucha. Entonces yo le decía no, miremos en las artes marciales, el karate. Y le pregunté a un compañero que estaba ahí, ¿usted sabe karate? Él dijo sí. Entonces le dije atáqueme. Y él se me botó. Yo lo cogí y comencé a bailar. Cuando él me trataba de atacar yo le sacaba un paso de baile por un lado. Él me hacía fuerza y yo le sacaba un paso de baile por el otro… Y terminé llevándolo a bailar, a bailar, por todos los ataques que me hacía. Es decir, el poder es transformar.

A.B. –Afranio Parra pidió en su testamento que su entierro fuera esta rumba que hay hoy aquí. La rumba es una constante en el discurso del M, desde el principio. ¿Qué es la rumba para vos?
G.R.N. –Pues la rumba es como un desenfreno de la alegría. Es mucho más fácil convocar a la gente desde la alegría. Los momentos de alegría son momentos de identidad total. Es decir, nosotros nunca logramos con un discurso político lo que logramos con una fiesta. En una fiesta se tejen lazos de una calidad muy grande, casi indestructibles… En la alegría se desenfrena la confianza. Hay una entrega así… (Risa)
Cuando Bateman dice que la revolución es una fiesta, o que la revolución es un sancocho, uno se pone a pensar y es cierto. Porque uno encuentra caso como cuando la cuestión de Álvaro Gómez, gente que vino a tratarnos de asesinos, de secuestradores, y a la media hora ya estábamos totalmente olvidados de todo eso y hablando de posibilidades de que el Partido Conservador cumpliera todavía una etapa dentro de la democracia que este país necesita. Nos habíamos olvidado de las diferencias y solo sentíamos amistad. Y comenzábamos a rescatar con los contendores los niveles de lealtad que a veces se deshacen en las fuerzas más hermanas…
Yo creo que hemos sido un poco sectarios en el análisis de los contendores en Colombia. Si no, hace tiempo hubiéramos logrado acercamientos… Porque siempre ha habido una tendencia a ver monstruos, desde presupuestos puramente propagandísticos: todas las fuerzas armadas son malas, toda la oligarquía es corrupta, todos los revolucionarios son buenos…

A.B. –Hablando de “malos”, ¿qué pasa con el narcotráfico?
G.R.N. –Yo creo que las drogas le han creado un problema grande al campo imperialista. Las drogas son la problemática fundamental en este momento, al interior de los Estados Unidos. No son una salida buena para la humanidad, porque descomponen valores íntimos del ser humano… Pero pienso que es un elemento al que hay que darle un tratamiento político, y no enfrentarlo solamente al nivel de una violencia militar.

A.B. –El asunto no es simple, ¿no? Sociedades cuya fe ha entrado en crisis, la fe en sí mismos, en el destino nacional, en lo que quieras, encuentran en las drogas una salida frente al ahogo que produce esa ausencia de perspectivas frescas. Entonces las drogas se vuelven sencillamente un bien de consumo y llegamos al punto en que toca verlas como un punto de encuentro más entre oferta y demanda… Aunque también hay que observar su condición de paliativo para la crisis de fe…
G.R.N. –Yo pienso, un poco a nivel personal… que no hay… que la naturaleza es demasiado hermosa como para tener que buscar un campo más allá de… digamos, como para buscar una anormalidad perceptiva. Pero el hombre se ha alejado mucho de eso. El hombre no es capaz de admirar las gotas de lluvia… La riqueza más grande es el agua, y todo el mundo la destruye como si fuera… La gente habla del oro y se deslumbra por el oro. Y la tierra misma, el barro, es mucho más valioso que el oro. Yo creo que hay un proceso de enajenación. El hombre ha perdido la unidad con la vida… Es que uno ha visto destrozar la naturaleza terriblemente. Y no comprenden que en la medida en que destrozan la naturaleza, al hombre también se destroza. Cuando el hombre mata a los animales, cuando destruye la naturaleza, el hombre se destruye. Es algo íntimo. No es solamente una cuestión folclórica, de lo bella que es la naturaleza. Es que uno se deshace también cuando ella se deshace. Cuando uno anda matando animales como un loco, o macheteando árboles porque sí, uno se está volviendo nada también. Se vuelve una máquina de destrucción. Destruye sin sentir, destruye sin comprender que está destruyendo. Para mí eso ha sido una de las cosas más dolorosas de mi experiencia humana, ver esa destrucción.

A.B. –¿Te gusta el monte? ¿O te lo aguantas?
G.R.N. –Me gusta y me lo aguanto. (Risa). Porque nos ha tocado vivir en una forma muy innatural la relación con la naturaleza. Nos ha tocado estar andando por entre los ríos del Putumayo días enteros con el agua al cuello, o por los páramos, que son tan lindo, sintiendo solamente el frío… Y tener que romper los frailejones para hacerse una cama donde dormir, porque uno está agotado y no tiene otra posibilidad de dormir.
La guerrilla es traumática. La relación con el monte es traumática. Porque no es una relación natural, sino una confrontación.  Una confrontación dura. Pero he comprendido a la selva… Si uno se mueve con cariño, la selva como que se suaviza con uno. Mientras que cuando uno pasa por donde ha pasado brutalmente el hombre, la naturaleza está llena de espinas. Donde el hombre ha quemado la selva, uno no encuentra sino espinas, árboles con uno chuzos así de grandes. La selva se arma para defenderse de la gente. Y es feo ver eso.

A.B. –¿Y el mar?
G.R.N. –¿El mar? Pues… solo dos o tres veces he estado en el mar. Lo siento como un descanso. Me produce mucho descanso. Por la inmensidad… uno se queda como extasiado. Es como un infinito, ¿no? Tal vez como que de pronto el mar es de verdad donde se une todo lo que es el tiempo… o donde se concreta el tiempo. No sé que pasará ahí… (Risa)

A.B. –La respiración del tiempo… esa individualidad de cada ola dentro de su pertenencia absoluta al cuerpo del mar…
G.R.N. –Hay algo como un tiempo total, absoluto… Tal vez es eso lo que le crea a uno como esa vaina de eternidad que lo pone a descansar. Y lo deja también un poco alelado.


A.B. –¿Cómo aparecés metido en esto?
G.R.N. –Bueno, yo estudiaba en un colegio de la Libre. Y esa época era una época de mucha lucha estudiantil. Incluso se llega a teorizar en aquel momento que el estudiantado es el motor fundamental de la lucha social… Y uno se comprometía en esa lucha, que en cierto modo fue hasta anárquica. De pronto uno más bien fue anarquista en los inicios de todo esto… Fue como una especie de irse comprometiendo, y de pronto optar por una cosa con todas las consecuencias.
Pues yo me integro a una corriente que se viene gestando… por ahí desde el 68. Una corriente de unos compañeros que no encontrábamos acomodamiento dentro de los grupos que existían ya en Colombia. Éramos una serie de muchachos que vivíamos en la lucha estudiantil, y que sentíamos como… yo digo repugnancia, al menos de parte mía, por ejemplo, a sentirse metido dentro de grupos como sectas, como roscas. Era buscar inscribirse con libertad dentro de la lucha. Porque es muy jodido inscribirse dentro de la lucha y sentirse coaccionado también.
Y dentro de esa actitud nos fuimos encontrando algunos compañeros, en el 68, en el 69, en una organización de gente de izquierda con ese deseo de hacer una rectificación en las formas de lucha. Una organización que se llamó Fuerzas Armadas de Liberación, con la cual comienzan a tener ligazón los compañeros que estaban en las FARC en ese momento, el compañero Iván Marino (Ospina), el compañero Otero, el compañero Bateman.
Esa organización tenía mucha raigambre entre los estudiantes. Pero a los tres años de trabajo se deshace. Los compañeros siguen buscando crear una forma nueva de lucha, lucha urbana. Entonces hablan con los compas de las FARC, y en una forma muy secreta se decide crear una organización urbana. A mí me invita el compa Bateman, y con el compañero Otero y otra gente nos reunimos en el Salitre y fundamos esa organización, que fueron los Comuneros. Es decir, yo conocía a Bateman, y me parecía un muchacho muy sereno, muy dulce la cara, como inofensivo… Bueno, y fuimos y estuvimos todo el día ahí en el Salitre, y organizamos los Comuneros. Cada uno cogimos una responsabilidad, el uno la cuestión armada, el otro lo político, otro la cuestión organizativa. A mí me dieron la propaganda. Y de ahí salimos así, comprometidos a eso, con cinco puntos, que eran la lucha contra el sectarismo, contra el dogmatismo, por rescatar los valores nacionales, por el internacionalismo proletario, y una consigna fundamental, que era la unidad de acción guerrillera. Sobre esos puntos hicimos muchos trabajos, y propaganda de apoyo a todas las organizaciones que existían en ese momento en el país. En esa tarea fuimos cogiendo fuerza y extendiendo nuestras relaciones a diferentes niveles. Hicimos algunas acciones armadas y conseguimos algunas armas. Y en eso nos sorprendió 1970. Nos sorprendió en el sentido de que la gente se lanzó a luchar por algo que la izquierda…Porque nosotros, de todas maneras, teníamos mucho todavía de izquierdistas, y en la lucha populista, digámoslo así, no veíamos lo que veía la población en su conjunto. Y cuando se dio el fraude electoral vimos que la gente se lanzó a la pelea. Pero no había formas organizativas, y esa situación se vio con bastante impotencia.
Entonces comenzamos a buscar formas de enraizarnos más en la población. Así pasa el 71, el 72. Ya teníamos fuerzas, y pensamos que había que lanzarse con una serie de actos grandes, que causaran impacto y crearan expectativa sobre qué éramos. En eso hicimos dos veces el intento de sacar la espada de Bolívar…
Cuando fuimos la primera vez íbamos simplemente a sacarla metiéndonos a la quinta de Bolívar por encima de las paredes. Pero no pudimos. Fuimos con Otero y dos muchachos que habían sido ladrones y se habían metido a la organización. Ellos eran expertos, y les dijimos que nos dijeran cómo hacíamos. Y nos fuimos.
Llegando yo me caí en un hueco, se me disparó una pistola y nos salieron unos policías que había por ahí. Así que no pudimos hacer nada. Al año siguiente, en el 73, volvimos. Esa vez ya íbamos con mucha gente, pero tampoco fuimos capaces de hacerlo, porque había cambiado la situación, había vigilancia… en el 74 ya teníamos muchos más elementos políticos, más coherencia, más fuerza. Se había afianzado la relación con los compas de la Anapo, y ahí sí consolidamos toda una serie de elementos de fuerza, de medios económicos y técnicos, y con un presupuesto programático mínimo salimos con la idea de, bueno, que el paso era meternos a trabajar con la Anapo.
En ese momento la gente muy purista, dentro de la organización, dice que eso no es correcto, que eso es populismo, que Rojas Pinilla había sido un dictador, que había torturado, que había hecho los ataques del Tolima, de tierra arrasada. Pero el común de la gente lo que veía de Rojas eran otras cosas. Veían que era un hombre que se había levantado contra la hegemonía bipartidista. Veían un hombre que había regalado algunas cosas, que había logrado instituir los desayunos y los almuerzos en las escuelas públicas, y la cuestión de los mercados populares, carros que recorrían los barrios y vendían comida más barata. Es que la gente no se acuerda de las maldades, sino de las bondades. Porque el pueblo es muy bueno…
En la Anapo había muchos con una calidad de rebeldía muy grande, y un deseo de romper con esa hegemonía política. En base a  eso decidimos meternos a trabajar en la Anapo, con Toledo, con Almarales, con Israel Santamaría. Luego se logra que la organización en su conjunto acceda a eso y logre aprender esa posibilidad de trabajar. Y realizamos la cuestión de la espada…
Pero también hubo momentos de retroceso en esa amplitud. Cuando nos metemos a la Anapo creamos los grupos de base, por ejemplo, con la idea de trabajar desde las mayorías, desde las bases, y de allí llegar a ser representativos dentro de las estructuras orgánicas. Eso chocó duramente contra el estilo gamonalesco que tenía la Anapo. Y luego cometimos un error grande, que fue introducir el término “Socialismo”, “Anapo Socialista”. Porque con eso se introdujeron antagonismos que no eran legítimos, digo yo. Eso deshizo un poconón de posibilidades dentro de la Anapo.

A.B. –¿Por qué se metió ahí ese “socialismo”?
G.R.N. - Yo creo que porque todavía teníamos ese purismo, esos restos de purismo izquierdista.

A.B. –¿Cómo salieron de todo eso?
G.R.N. –Bueno, como M-19 nosotros salimos de la ruptura de la Anapo bien librados. Porque ya habíamos implementado la concepción de las móviles, que les llamábamos, y que eran grupos de diez, doce, quince compañeros armados, que recorrían los campos. Las móviles surgieron a partir de unas escuelas que también muestran cómo era el M-19 entonces. Esas escuelas las hicimos citando a todo el mundo que sabíamos era rebelde. Los citamos en el monte. Teníamos armas, y ahí duramos como un mes hablando con la gente, con un programa mínimo, algunas vías de hacer la revolución y la reestructuración social, enseñándoles algo del manejo de las armas, tácticas, estrategia, y al terminar el curso hablamos con los compañeros bueno, ¿qué vamos a hacer ahora? Y ahí entre todos decidimos formar las móviles. Las regamos por todas partes, por el Tolima, Boyacá, Santander, Caquetá. Pero en todas partes fuimos, se puede decir, aniquilados. Eso no prosperó, fue muy furo. La única móvil que logro ir adelante fue la del Caquetá, que se llamaba la móvil Simón Bolívar. Esa móvil prosperó por varias cosas; una porque el Caquetá era una tierra recién poblada por gente venida de todas partes, escapada de la violencia, gente acostumbrada a combatir, gente a la que no se le hace raro que el hijo se vaya al monte a pelear. Una tierra donde hay mucha selva. Y todos esos elementos permitieron que fuera más fácil la conservación de ese grupo. También incidieron los hombres. Por ejemplo, Boris está allá entre los primeros hombres. Está el compañero Chalitas también.
Bueno, después decidimos hacer una reestructuración para superar las deficiencias de las móviles. Y entonces tratamos de crear una fuerza militar con sentido de ejército. Nos concentramos en el Caquetá y  fundamos una cuestión que se llamó Fuerza Militar del Frente Sur, con el objetivo de ligarse con las masas, organizar a la población, recuperar armas en combate y crecerse.

A.B. –Como encargado de propaganda que eras al principio, según me contaste, ¿tuviste que ver con aquella campaña publicitaria con la que se presentó el M-19 cuando lo de la espada?
G.R.N. –Sí, a mí me tocó…Es decir, es un honor para mí haber participado en eso, haber diseñado los artes…Porque diseñamos artes finales para ir a las empresas de publicidad y decirles miren, contratemos estos avisos de este purgante. Habíamos cogido el nombre de un laboratorio de Barranquilla, que incluso después al dueño del laboratorio lo estuvieron molestando, nos enteramos. Pero se comprobó que él no tenía nada que ver.
Esa campaña publicitaria tuvo una serie de cosas buenas. Creó una expectativa, copó la atención a nivel nacional, y nos permitió mostrar coordinación, organización. Porque la campaña consistía en salir en los periódicos, y a los tres días la gente nuestra en todo el país salía a pintar por todas partes la sigla M-19. Era copar el país. Y al final de eso, dos acciones que rescataban elementos históricos, que era la cuestión de la espada de Bolívar y la fuerza en la toma del Concejo de Bogotá.

A.B. –¿Cómo planeaban ustedes las acciones?
G.R.N. –Más que todo discutíamos en el grupo, y poco a poco surgía la creatividad. Las decisiones eran colectivas, con jerarquías, pero con un criterio de grupo, de botar ideas. Era tratar de romper los esquemas de la lucha, porque aquí en Colombia la lucha ha sido una cuestión casi religiosa en manos de la izquierda. Y era difícil romper con los métodos tradicionales de esa lucha, era como una herejía… El M siempre ha trabajado sobre nuevas cosas. Incluso llegando a romper nuestros propios esquemas. A veces ha sido malo, porque hemos cogido cosas muy buenas y las abandonamos en la mitad del desarrollo, las dejamos tiradas… Y mucho después nos damos cuenta que ya habíamos desarrollado antes cosas que nos ha tocado volver a retomar.

A.B. –¿Por qué las abandonaban? ¿Por ganas de intentar cosas nuevas, o por qué?
G.R.N. –De pronto… de todo ese desarrollo vemos un aspecto y le damos toda la preponderancia. Y dejamos el resto tirado. Somos un poco… exagerados en esa cuestión de darle vuelo a las cuestiones positivas que vemos en un momento dado. Pero hemos fallado en organizar el conjunto de factores. Ese ha sido uno de nuestros puntos débiles.

A.B. –Hablame de la gente que pasó por el M.
G.R.N. –Bueno, primero hay gente que no está porque esto no era para ellos… Es que cuando al hombre de la ciudad le toca llegar al campo, casi siempre se deshace. Es muy poca la gente de la ciudad que logra desarrollar una vaina bien así en el campo. Muy pocos. Es más la gente que se deshace en eso. Además, la gente que llega al M muchas veces busca un espacio con mucha libertad y poco compromiso. Y la organización, en muchos casos, no ha sabido manejar eso…
Ahora, los compas… cuando uno piensa en los compas que se han muerto… por ejemplo, cuando uno piensa en Bateman… Para mí, Bateman es el hombre que sintetiza todos los valores de lo que es el M. La capacidad humana, la capacidad intelectual y el valor. Tres elementos fundamentales que él los concreta totalmente. Boris, desarrolla más que todo la dignidad y el valor. Fayad desarrolla más la inteligencia. Yo sufrí mucho cuando mataron a Fayad, porque para mí él era el hombre que más había desarrollado la capacidad intelectual en el M… Con Boris uno sufría por el hombre, el valor, la dignidad de él… Por  Bateman, porque Bateman fue para uno no solo el compañero: fue el amigo, el maestro.



A.B. –¿Y qué es Carlos?
G.R.N. –Yo creo que Carlos es la madurez de una posibilidad. Tiene inteligencia y tiene capacidad para sintetizar toda una serie de valores y concretar. No sé por qué el M ha venido poniendo cada hombre como en el momento justo… Pizarro es el hombre para concretar estos quince años del M. Es decir, hasta enero del año pasado se dieron dispersos los elementos del M-19, y en enero se logró hacerlos entrar como en fase. Y hacerlos entrar también en fase con la sociedad. Y Carlos ha ido abriendo ese camino.
Yo creo que Carlos ha ido también madurando en esa tarea. Tiene mucho carisma y una capacidad de liderazgo muy grande, que es fundamental en una sociedad como la nuestra, donde las instituciones son débiles y se necesita la fuerza de los individuos. Yo creo que él tiene cualidades y oportunidad. Porque no solamente son las cualidades, sino la oportunidad.
El M-19 ya ha logrado consolidar el marco fundamental de un proyecto. El marco está echado y cualquiera puede recogerlo y desarrollarlo. ¿A qué otra organización le mataron tantos hombres de su comandancia y siguió adelante? Se murió Iván Marino, se murió Boris, se murió Fayad… Y sin embargo, cada vez, la gente que queda se ubica y el proyecto sigue su evolución. Es como los cohetes esos que hacen los gringos. O sea, los gringos cuando logran una plataforma lanzan el cohete desde esa plataforma, y a su vez el cohete es la plataforma para otro cohete. Y la próxima vez usan una mejor plataforma. Lo mismo pasa con nosotros, cada hombre del M se levanta desde una plataforma que le ha creado toda la actividad de los demás. Aquí podrían matarnos a Pizarro, a Otty, a mí, a los que sean, y hay muchos hombres, hermano, que son capaces de superar lo que estamos haciendo. Porque incluso están refrenado muchas veces por la presencia de los líderes. Porque el líder reprime mucho a sus hombres, recorta espacios… y cuando un hombre de esos, que a veces tiene muchas virtudes, de pronto logra quedar en una responsabilidad alta, se desatan cosas increíbles.

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*Entrevista a Germán Rojas Niño, el Comandante Raúl.
Grabación:  Abril 14, 1989. Santodomingo, Cauca.
Ángel Beccassino, “M-19, El Heavy Metal Latinoamericano”, Fondo Editorial Santodpmingo.


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