"Acá lo más revolucionario es la verdad"
Por: Ángel
Beccassino*
A.B. –¿El
actual proceso significa que definitivamente el M-19 deja a un lado la línea
militar?
G.R.N. –Sí.
Lo que pasa es que de todas formas eso nunca se da. Por ejemplo, para nosotros
las armas son el diez por ciento de lo militar. Las armas son la punta del
iceberg. Porque lo militar es organizatividad, disciplina, responsabilidad,
jerarquías, capacidad de programación, de planificación, eficiencia de
cumplimiento en tiempo y forma… Y en la punta de todo eso están las armas. Y a
su vez, toda esa estructura militar es la punta de un proyecto político. Es
decir, nosotros nunca hemos tenido a la lucha armada como algo válido por sí
mismo, sino que ha sido esa lucha la expresión más alta de una política, de una
propuesta política que solo podía ganar espacio mediante la lucha armada. Ahora
pensamos que se abre para el país una etapa nueva de contienda política, que
surge como expresión de todos los conflictos armados que se han venido dando, y
de una rectificación que hacemos nosotros en el sentido de comprender que hay
una crisis en la sociedad, que es una crisis de tipo democrático, y que también
hay una crisis en las formas de lucha, que han llegado al grado más alto de
desarrollo pero no han logrado hacer que el pueblo participara en esas luchas.
El
presupuesto nuestro es en este momento una nación en paz y democracia, o una
nación en lucha por la paz y la democracia. Pero como nación, no como grupos.
A.B. –Pero
las armas tienen un peso, y ese peso es el que les permite a ustedes lograr el
espacio político que están logrando, y que no logran otras organizaciones
políticas con un número de votos superior al conjunto de la fuerza guerrillera
en el país. A vos te dan este espacio
por el peso de tus armas, y del uso que
has hecho de ellas. Lo que has demostrado ser capaz de hacer con ellas.
G.R.N. –Bueno,
sí… las armas son un elemento que genera mucha fricción al interior de la
oligarquía. Por eso negocian. Porque sienten que ellos no tienen toda la
legitimidad de las armas. Ellos negocian buscando que haya una entrega de armas.
Pero nosotros en el Tolima no pactamos la entrega de armas. Pactamos la
desmovilización, que es simplemente no usar las armas. La desmovilización no es
la entrega de armas, sino una voluntad de no usar más las armas. Si las
condiciones continúan como van, que creemos que sí van a continuar así,
nosotros podemos es botar las armas, podemos echarlas entre ácido… o
derretirlas y hacer tractores. Porque para nosotros las armas estas se pueden
volver a tener cuando se quiera. Tenemos la capacidad y la experiencia
suficiente para construir un ejército cuando queramos, porque están los
cuadros, los hombres, la experiencia para crear una estructura de ejército y
miliciana. Lo menos importante son las armas.
A.B. –Cuando
ustedes negocian con un gobierno que va a cambiar en el plazo de un año… ¿qué
pasa?
G.R.N. –Sí,
va a cambiar el gobierno, pero las cosas no pasan en vano. Lo que está
ocurriendo en Colombia es que se está abriendo un marco histórico nuevo. Por
ejemplo, en las fuerzas armadas uno siente que hay una forma nueva de ver la
situación colombiana. Y lo mismo ocurre
en todos los sectores del país. Alrededor de este proceso, que cuenta
con el compromiso del jefe del gobierno, del jefe del partido de gobierno, del comandante
de las fuerzas armadas, y con la participación de la iglesia, de los gremios,
se está creando un nuevo eje de relación nacional. Y eso no pasa en vano.
Nosotros pensamos que dentro de esto, así como se habla en la guerra de un
punto de no retorno, también aquí hay una posibilidad de llegar a un punto de
no retorno.
Como M
sabemos que vamos claramente hacia un punto de no retorno hacia la paz. Pero el
problema es como nación. Porque, por ejemplo, aquí tienen que cambiar muchas
percepciones de lo que significan las cosas que ocurren. Lo grave, por tocar un
caso de hoy, no es que hayan matado a Afranio Parra, a un guerrillero. Lo grave
aquí es que a cualquier ciudadano lo pueden matar así como a él, y eso la gente
no lo ve. No se da cuenta que lo grave es que se pueda, en este país, matar así
a cualquier ciudadano. Porque eso no es un peligro para diez, quince, veinte,
cien o mil hombres del M, sino para treinta y pico millones de colombianos.
Aquí para llegar a ese punto de no retorno como nación, es necesario que cada
uno aporte. Que haya cambios hasta en la forma de informar. Que la prensa trate
de esclarecer las cosas, de no provocar elementos de roce, de conflicto…
A.B. –Pero
parecería que la realidad no va por ese lado. Por ejemplo, uno observa que
cuando los noticieros de televisión entrevistan a los voceros del M-19, las
preguntas están cargadas de escepticismo hacia el M, de dudas hacia la palabra
del M…
G.R.N. –Pienso
que a los medios que quieren hoy en día proteger al estado, les falta agilidad
para comprender lo que está pasando. A nosotros nos gusta que nos hagan
preguntas duras, que nos confronten duro. Que nos hagan preguntas que nos
permitan no solamente mostrar nuestras certezas, sino medir al fondo de nuestro
corazón también esas certezas. Es decir, a nosotros nos hace bien. Y ellos, que
nos quieren hacer mal, son los que pierden… porque el pueblo sí nota esa
dureza. Y eso nos sirve, dentro de la psicología de la propaganda, como una
contrapropaganda.
Creo que hay
que trabajar por la distensión, no solamente de la voluntad y la actividad
armada, sino incluso del lenguaje. En toda esta etapa el lenguaje de muchos ha
estado recubierto de una intención de mostrar fuerza. Por ejemplo, el
gobierno…No se puede lanzar una iniciativa para la paz, una “iniciativa”, con
un carácter de imposición de ley. Aquí pasa mucho eso. Por eso es necesario distender hasta el mismo uso del
idioma. Y rescatar el valor de la palabra. No solamente en el sentido de la
palabra como compromiso, sino también de la palabra como verdad. Que se pueda
decir la verdad en este país. Que la gente no tenga miedo a decir la verdad.
Que se rescate el valor de la credibilidad de la palabra. Porque aquí la mayor
violencia que ha habido ha sido la mentira.
Dentro de
este proceso actual, una cosa que trazó posibilidades para el diálogo entre el
gobierno y el M-19 fue también una crisis de la verdad. Una crisis, por
ejemplo, en las relaciones que el gobierno mantenía con las FARC por el
teléfono rojo, donde siempre lo que se dijeron fue, con todo el respeto,
mentiras. Hasta que llegó un momento en que necesitaban decirse verdades, y no
sabían por qué medio hacerlo. Porque toda verdad que pasara por ese medio era
muy posible que fuera una mentira.
Nosotros,
como M-19, no podemos meternos en un juego de mentiras. Nosotros tenemos que
mantener la verdad de esto. Porque la verdad es la base de la revolución. Acá
lo más revolucionario es la verdad.
A.B. –¿Qué es
la verdad?
G.R.N. - Si
uno se compromete con algo, si uno cree en algo, cumplir con eso. Ir hasta las
últimas consecuencias en ese compromiso. Comprometerse sin doble juego. No
hacer la paz con la idea de ganar terreno para una posición en la guerra. O
prometer algo que uno no está decidido a cumplir.
A.B. –Es
decir, se trata de rescatar la verdad como un instrumento de la relación
social, un instrumento de comunicación que posibilite la armonía social.
G.R.N. –Claro.
Que sea el medio a través del cual comunicamos.
A.B. -
Hablame de tu visión del proceso que viene, de la incorporación de la guerrilla
a la vida legal.
G.R.N. –Lo
primero es que por sobre todo obstáculo hay que considerar que Colombia ha
llegado a un punto donde el índice de mortalidad más alto es por homicidio. Es
decir, por sobre toda otra enfermedad, a pesar de que somos un país
subdesarrollado con altísimas tasas de tuberculosis, de enfermedades endémicas
de todo tipo, la tasa más grande es por
homicidio. Entonces eso pone por encima de todo la paz. La paz es la prioridad,
y hay que ajustarse a esa prioridad.
Ahora, el
estado colombiano no ha logrado ocupar todo el territorio colombiano. La ley no
llega hasta los lugares últimos de la nación. A veces ni siquiera hay ley en
sectores muy céntricos. Hay familias que agonizan con problemas de tipo
policivo muy pequeños, pero que tienen que resolverlos con la venganza y la
muerte. Una pelea entre vecinos, que sería muy fácil de resolver por un juez,
un inspector de policía, una autoridad cercana, se resuelve con el
aniquilamiento muchas veces. El ciudadano está inerme, y cuando llega la
guerrilla tiene que cumplir ese papel, tiene que ser la ley.
A.B. –Tiene
que llenar ese vacío de estado.
G.R.N. –Sí,
tiene que llenar ese vacío, colaborar con el estado en eso. Entonces resulta
que nosotros hemos estado desde hace tiempo cumpliendo papeles que no deberían
ser los nuestros. Papeles de institucionalidad, como fuerza militar de un
pueblo que ayuda a arbitrar los problemas cotidianos.
Nosotros
creemos que no se contradice lo militar con lo civil, en la medida que lo
militar es un apuntalamiento del derecho civil. Nosotros tenemos un eslogan,
que dice “Con el pueblo, con las armas al poder”. Pero nosotros hemos ido
madurando también esa consigna. El poder, en este momento, es respeto mutuo. El
respeto de todos por los derechos de todos.
A.B. –Es como
decir que la justicia sería para vos el poder.
G.R.N. –Sí.
Una justicia real, en la que están inscritos todos, ejército, partidos, todos.
A.B. –Y
aspirar al poder sería aspirar a la justicia.
G.R.N. –Sí.
Nosotros creemos que el poder es como una entidad diluida en toda la sociedad.
Una entidad hecha de dignidad, de respeto, de convivencia… Y con unas reglas de
juego donde haya espacio para las minorías, las mayorías, el individuo. Yo creo
que de lo que hablamos es del poder del hombre como ser realmente creador
dentro del espacio de la naturaleza. La justicia, en el fondo, es el respeto a
la vida, no solamente del ser humano, sino a la vida total, a la vida del
planeta mismo, a la vida del universo… A proteger el milagro de la vida.
A.B. –¿Existe
Dios, para vos?
G.R.N. –Pues
yo hoy comulgué. No sé muy bien por qué… Yo nunca había comulgado. Pero hoy,
viendo esta iglesia, los símbolos de la patria, los símbolos de nuestra
organización, el símbolo de Afranio Parra, que es una lucha apasionada, que él
hablaba siempre de eso… Camilo Torres también hablaba de eso. Decía que Dios es
el amor. Pero no el amor contemplativo, sino el amor actuante, el amor eficaz.
Y yo veía al sacerdote hablando, y todo lo que decía era cierto para mí, la
lucha de los que están buscando la justicia, la protección de la vida… Yo creo
en eso. Por eso hoy comulgué.
A.B. –¿Qué es
Dios?
G.R.N. – Yo
creo que es como un estado total de identidad. Mejor dicho, es no sentirse uno
parte de la naturaleza, el rey de la naturaleza, ni nada de eso, sino sentirse…
no sé, como totalmente ligado al tiempo eterno. No desesperarse por un momento
de lo que es la vida, una expresión de la materia, maravillosa pero efímera… Y
por esto también grandiosa. (Risa)
A.B. –Como
concepto, la libertad, ¿qué es?
G.R.N. –(Silencio)
La libertad, para mí, es por un lado el respeto a los demás. Yo creo que la
libertad es el comprender… El poder comprender incluso hasta a los verdugos.
Por ejemplo, si a uno lo están golpeando, poder entender que simplemente ellos
no han entendido las cosas. Y poder, dentro de eso, escoger uno morirse
tranquilamente en manos de los verdugos, ¿no?
A.B. –La capacidad
de comprender… es la capacidad de ser libre.
G.R.N. –Yo sí
creo eso. Yo siento eso.
A.B. –¿Y el
poder? Ya hablaste un poco, pero profundizá ahí.
G.R.N. –Últimamente
yo he estado haciendo un símil muy raro con las arañas… Y es que las arañas
tienen para mí una lección de política. Las arañas, pues son feas… todo el
mundo dice que son feas, pero las arañas tienen una identidad muy hermosa.
Colocan su telaraña, que es tan débil, y sin embargo el viento, por más fuerte,
nunca la rompe. Donde ella la coloca, el viento nunca la rompe. La colocan en
un lugar, y en una forma, que aun tan débil puede soportar el viento. Soporta
si le cae polvo, mugre. Soporta el peso de los animales que caen ahí para
alimento de la araña. Y tiene unos hilos que solamente ella conoce cuáles son
los importantes para moverse, y cuáles no. En ese sentido, de verdad le muestra
a uno que el poder no es apabullante. El poder fundamental, ¿no? El poder
fundamental es el de la sutileza. Y dentro de eso yo creo que nosotros estamos desarrollando
una capacidad del M-19, que es un estilo de una profunda sutileza política. Y
también armada. Nosotros hemos sido sutiles en todo eso. No hemos jugado nunca
a un poder apabullante, de estar sobre un adversario con el corazón abierto y
nuestras manos llenas de sangre. No. De pronto es hacer que el enemigo sea
amigo de uno, ¿sí? Yo creo que el poder es eso.
A.B. –El
poder es lograr que el enemigo sea amigo de uno.
G.R.N. –Sí.
El poder sería eso. (Risa) Más que apabullar y destruir, es cautivar, seducir,
transformar… Con un periodista tuvimos una discusión, porque él decía que la
lucha es la lucha. Entonces yo le decía no, miremos en las artes marciales, el
karate. Y le pregunté a un compañero que estaba ahí, ¿usted sabe karate? Él
dijo sí. Entonces le dije atáqueme. Y él se me botó. Yo lo cogí y comencé a
bailar. Cuando él me trataba de atacar yo le sacaba un paso de baile por un
lado. Él me hacía fuerza y yo le sacaba un paso de baile por el otro… Y terminé
llevándolo a bailar, a bailar, por todos los ataques que me hacía. Es decir, el
poder es transformar.
A.B. –Afranio
Parra pidió en su testamento que su entierro fuera esta rumba que hay hoy aquí.
La rumba es una constante en el discurso del M, desde el principio. ¿Qué es la
rumba para vos?
G.R.N. –Pues
la rumba es como un desenfreno de la alegría. Es mucho más fácil convocar a la
gente desde la alegría. Los momentos de alegría son momentos de identidad
total. Es decir, nosotros nunca logramos con un discurso político lo que
logramos con una fiesta. En una fiesta se tejen lazos de una calidad muy
grande, casi indestructibles… En la alegría se desenfrena la confianza. Hay una
entrega así… (Risa)
Cuando
Bateman dice que la revolución es una fiesta, o que la revolución es un
sancocho, uno se pone a pensar y es cierto. Porque uno encuentra caso como
cuando la cuestión de Álvaro Gómez, gente que vino a tratarnos de asesinos, de
secuestradores, y a la media hora ya estábamos totalmente olvidados de todo eso
y hablando de posibilidades de que el Partido Conservador cumpliera todavía una
etapa dentro de la democracia que este país necesita. Nos habíamos olvidado de
las diferencias y solo sentíamos amistad. Y comenzábamos a rescatar con los
contendores los niveles de lealtad que a veces se deshacen en las fuerzas más
hermanas…
Yo creo que
hemos sido un poco sectarios en el análisis de los contendores en Colombia. Si
no, hace tiempo hubiéramos logrado acercamientos… Porque siempre ha habido una
tendencia a ver monstruos, desde presupuestos puramente propagandísticos: todas
las fuerzas armadas son malas, toda la oligarquía es corrupta, todos los
revolucionarios son buenos…
A.B. –Hablando
de “malos”, ¿qué pasa con el narcotráfico?
G.R.N. –Yo
creo que las drogas le han creado un problema grande al campo imperialista. Las
drogas son la problemática fundamental en este momento, al interior de los
Estados Unidos. No son una salida buena para la humanidad, porque descomponen
valores íntimos del ser humano… Pero pienso que es un elemento al que hay que
darle un tratamiento político, y no enfrentarlo solamente al nivel de una
violencia militar.
A.B. –El
asunto no es simple, ¿no? Sociedades cuya fe ha entrado en crisis, la fe en sí
mismos, en el destino nacional, en lo que quieras, encuentran en las drogas una
salida frente al ahogo que produce esa ausencia de perspectivas frescas.
Entonces las drogas se vuelven sencillamente un bien de consumo y llegamos al
punto en que toca verlas como un punto de encuentro más entre oferta y demanda…
Aunque también hay que observar su condición de paliativo para la crisis de fe…
G.R.N. –Yo
pienso, un poco a nivel personal… que no hay… que la naturaleza es demasiado
hermosa como para tener que buscar un campo más allá de… digamos, como para
buscar una anormalidad perceptiva. Pero el hombre se ha alejado mucho de eso.
El hombre no es capaz de admirar las gotas de lluvia… La riqueza más grande es
el agua, y todo el mundo la destruye como si fuera… La gente habla del oro y se
deslumbra por el oro. Y la tierra misma, el barro, es mucho más valioso que el
oro. Yo creo que hay un proceso de enajenación. El hombre ha perdido la unidad
con la vida… Es que uno ha visto destrozar la naturaleza terriblemente. Y no
comprenden que en la medida en que destrozan la naturaleza, al hombre también
se destroza. Cuando el hombre mata a los animales, cuando destruye la
naturaleza, el hombre se destruye. Es algo íntimo. No es solamente una cuestión
folclórica, de lo bella que es la naturaleza. Es que uno se deshace también
cuando ella se deshace. Cuando uno anda matando animales como un loco, o
macheteando árboles porque sí, uno se está volviendo nada también. Se vuelve
una máquina de destrucción. Destruye sin sentir, destruye sin comprender que
está destruyendo. Para mí eso ha sido una de las cosas más dolorosas de mi
experiencia humana, ver esa destrucción.
A.B. –¿Te
gusta el monte? ¿O te lo aguantas?
G.R.N. –Me
gusta y me lo aguanto. (Risa). Porque nos ha tocado vivir en una forma muy
innatural la relación con la naturaleza. Nos ha tocado estar andando por entre
los ríos del Putumayo días enteros con el agua al cuello, o por los páramos,
que son tan lindo, sintiendo solamente el frío… Y tener que romper los
frailejones para hacerse una cama donde dormir, porque uno está agotado y no
tiene otra posibilidad de dormir.
La guerrilla
es traumática. La relación con el monte es traumática. Porque no es una
relación natural, sino una confrontación.
Una confrontación dura. Pero he comprendido a la selva… Si uno se mueve
con cariño, la selva como que se suaviza con uno. Mientras que cuando uno pasa
por donde ha pasado brutalmente el hombre, la naturaleza está llena de espinas.
Donde el hombre ha quemado la selva, uno no encuentra sino espinas, árboles con
uno chuzos así de grandes. La selva se arma para defenderse de la gente. Y es
feo ver eso.
A.B. –¿Y el
mar?
G.R.N. –¿El
mar? Pues… solo dos o tres veces he estado en el mar. Lo siento como un
descanso. Me produce mucho descanso. Por la inmensidad… uno se queda como
extasiado. Es como un infinito, ¿no? Tal vez como que de pronto el mar es de
verdad donde se une todo lo que es el tiempo… o donde se concreta el tiempo. No
sé que pasará ahí… (Risa)
A.B. –La
respiración del tiempo… esa individualidad de cada ola dentro de su pertenencia
absoluta al cuerpo del mar…
G.R.N. –Hay
algo como un tiempo total, absoluto… Tal vez es eso lo que le crea a uno como
esa vaina de eternidad que lo pone a descansar. Y lo deja también un poco
alelado.
A.B. –¿Cómo
aparecés metido en esto?
G.R.N. –Bueno,
yo estudiaba en un colegio de la Libre. Y esa época era una época de mucha
lucha estudiantil. Incluso se llega a teorizar en aquel momento que el
estudiantado es el motor fundamental de la lucha social… Y uno se comprometía
en esa lucha, que en cierto modo fue hasta anárquica. De pronto uno más bien
fue anarquista en los inicios de todo esto… Fue como una especie de irse
comprometiendo, y de pronto optar por una cosa con todas las consecuencias.
Pues yo me
integro a una corriente que se viene gestando… por ahí desde el 68. Una
corriente de unos compañeros que no encontrábamos acomodamiento dentro de los
grupos que existían ya en Colombia. Éramos una serie de muchachos que vivíamos
en la lucha estudiantil, y que sentíamos como… yo digo repugnancia, al menos de
parte mía, por ejemplo, a sentirse metido dentro de grupos como sectas, como roscas.
Era buscar inscribirse con libertad dentro de la lucha. Porque es muy jodido
inscribirse dentro de la lucha y sentirse coaccionado también.
Y dentro de
esa actitud nos fuimos encontrando algunos compañeros, en el 68, en el 69, en
una organización de gente de izquierda con ese deseo de hacer una rectificación
en las formas de lucha. Una organización que se llamó Fuerzas Armadas de
Liberación, con la cual comienzan a tener ligazón los compañeros que estaban en
las FARC en ese momento, el compañero Iván Marino (Ospina), el compañero Otero,
el compañero Bateman.
Esa
organización tenía mucha raigambre entre los estudiantes. Pero a los tres años
de trabajo se deshace. Los compañeros siguen buscando crear una forma nueva de
lucha, lucha urbana. Entonces hablan con los compas de las FARC, y en una forma
muy secreta se decide crear una organización urbana. A mí me invita el compa
Bateman, y con el compañero Otero y otra gente nos reunimos en el Salitre y
fundamos esa organización, que fueron los Comuneros. Es decir, yo conocía a
Bateman, y me parecía un muchacho muy sereno, muy dulce la cara, como
inofensivo… Bueno, y fuimos y estuvimos todo el día ahí en el Salitre, y
organizamos los Comuneros. Cada uno cogimos una responsabilidad, el uno la
cuestión armada, el otro lo político, otro la cuestión organizativa. A mí me dieron
la propaganda. Y de ahí salimos así, comprometidos a eso, con cinco puntos, que
eran la lucha contra el sectarismo, contra el dogmatismo, por rescatar los
valores nacionales, por el internacionalismo proletario, y una consigna
fundamental, que era la unidad de acción guerrillera. Sobre esos puntos hicimos
muchos trabajos, y propaganda de apoyo a todas las organizaciones que existían
en ese momento en el país. En esa tarea fuimos cogiendo fuerza y extendiendo
nuestras relaciones a diferentes niveles. Hicimos algunas acciones armadas y
conseguimos algunas armas. Y en eso nos sorprendió 1970. Nos sorprendió en el
sentido de que la gente se lanzó a luchar por algo que la izquierda…Porque
nosotros, de todas maneras, teníamos mucho todavía de izquierdistas, y en la
lucha populista, digámoslo así, no veíamos lo que veía la población en su
conjunto. Y cuando se dio el fraude electoral vimos que la gente se lanzó a la
pelea. Pero no había formas organizativas, y esa situación se vio con bastante
impotencia.
Entonces
comenzamos a buscar formas de enraizarnos más en la población. Así pasa el 71,
el 72. Ya teníamos fuerzas, y pensamos que había que lanzarse con una serie de
actos grandes, que causaran impacto y crearan expectativa sobre qué éramos. En
eso hicimos dos veces el intento de sacar la espada de Bolívar…
Cuando fuimos
la primera vez íbamos simplemente a sacarla metiéndonos a la quinta de Bolívar
por encima de las paredes. Pero no pudimos. Fuimos con Otero y dos muchachos
que habían sido ladrones y se habían metido a la organización. Ellos eran
expertos, y les dijimos que nos dijeran cómo hacíamos. Y nos fuimos.
Llegando yo
me caí en un hueco, se me disparó una pistola y nos salieron unos policías que
había por ahí. Así que no pudimos hacer nada. Al año siguiente, en el 73,
volvimos. Esa vez ya íbamos con mucha gente, pero tampoco fuimos capaces de
hacerlo, porque había cambiado la situación, había vigilancia… en el 74 ya
teníamos muchos más elementos políticos, más coherencia, más fuerza. Se había
afianzado la relación con los compas de la Anapo, y ahí sí consolidamos toda
una serie de elementos de fuerza, de medios económicos y técnicos, y con un
presupuesto programático mínimo salimos con la idea de, bueno, que el paso era
meternos a trabajar con la Anapo.
En ese
momento la gente muy purista, dentro de la organización, dice que eso no es
correcto, que eso es populismo, que Rojas Pinilla había sido un dictador, que
había torturado, que había hecho los ataques del Tolima, de tierra arrasada.
Pero el común de la gente lo que veía de Rojas eran otras cosas. Veían que era
un hombre que se había levantado contra la hegemonía bipartidista. Veían un
hombre que había regalado algunas cosas, que había logrado instituir los
desayunos y los almuerzos en las escuelas públicas, y la cuestión de los
mercados populares, carros que recorrían los barrios y vendían comida más
barata. Es que la gente no se acuerda de las maldades, sino de las bondades.
Porque el pueblo es muy bueno…
En la Anapo
había muchos con una calidad de rebeldía muy grande, y un deseo de romper con
esa hegemonía política. En base a eso
decidimos meternos a trabajar en la Anapo, con Toledo, con Almarales, con
Israel Santamaría. Luego se logra que la organización en su conjunto acceda a
eso y logre aprender esa posibilidad de trabajar. Y realizamos la cuestión de
la espada…
Pero también
hubo momentos de retroceso en esa amplitud. Cuando nos metemos a la Anapo
creamos los grupos de base, por ejemplo, con la idea de trabajar desde las
mayorías, desde las bases, y de allí llegar a ser representativos dentro de las
estructuras orgánicas. Eso chocó duramente contra el estilo gamonalesco que
tenía la Anapo. Y luego cometimos un error grande, que fue introducir el
término “Socialismo”, “Anapo Socialista”. Porque con eso se introdujeron
antagonismos que no eran legítimos, digo yo. Eso deshizo un poconón de
posibilidades dentro de la Anapo.
A.B. –¿Por
qué se metió ahí ese “socialismo”?
G.R.N. - Yo
creo que porque todavía teníamos ese purismo, esos restos de purismo izquierdista.
A.B. –¿Cómo
salieron de todo eso?
G.R.N. –Bueno,
como M-19 nosotros salimos de la ruptura de la Anapo bien librados. Porque ya
habíamos implementado la concepción de las móviles, que les llamábamos, y que
eran grupos de diez, doce, quince compañeros armados, que recorrían los campos.
Las móviles surgieron a partir de unas escuelas que también muestran cómo era
el M-19 entonces. Esas escuelas las hicimos citando a todo el mundo que
sabíamos era rebelde. Los citamos en el monte. Teníamos armas, y ahí duramos
como un mes hablando con la gente, con un programa mínimo, algunas vías de
hacer la revolución y la reestructuración social, enseñándoles algo del manejo
de las armas, tácticas, estrategia, y al terminar el curso hablamos con los
compañeros bueno, ¿qué vamos a hacer ahora? Y ahí entre todos decidimos formar
las móviles. Las regamos por todas partes, por el Tolima, Boyacá, Santander,
Caquetá. Pero en todas partes fuimos, se puede decir, aniquilados. Eso no
prosperó, fue muy furo. La única móvil que logro ir adelante fue la del
Caquetá, que se llamaba la móvil Simón Bolívar. Esa móvil prosperó por varias
cosas; una porque el Caquetá era una tierra recién poblada por gente venida de
todas partes, escapada de la violencia, gente acostumbrada a combatir, gente a
la que no se le hace raro que el hijo se vaya al monte a pelear. Una tierra
donde hay mucha selva. Y todos esos elementos permitieron que fuera más fácil
la conservación de ese grupo. También incidieron los hombres. Por ejemplo, Boris
está allá entre los primeros hombres. Está el compañero Chalitas también.
Bueno,
después decidimos hacer una reestructuración para superar las deficiencias de
las móviles. Y entonces tratamos de crear una fuerza militar con sentido de
ejército. Nos concentramos en el Caquetá y
fundamos una cuestión que se llamó Fuerza Militar del Frente Sur, con el
objetivo de ligarse con las masas, organizar a la población, recuperar armas en
combate y crecerse.
A.B. –Como encargado
de propaganda que eras al principio, según me contaste, ¿tuviste que ver con
aquella campaña publicitaria con la que se presentó el M-19 cuando lo de la
espada?
G.R.N. –Sí, a
mí me tocó…Es decir, es un honor para mí haber participado en eso, haber
diseñado los artes…Porque diseñamos artes finales para ir a las empresas de
publicidad y decirles miren, contratemos estos avisos de este purgante. Habíamos
cogido el nombre de un laboratorio de Barranquilla, que incluso después al
dueño del laboratorio lo estuvieron molestando, nos enteramos. Pero se comprobó
que él no tenía nada que ver.
Esa campaña
publicitaria tuvo una serie de cosas buenas. Creó una expectativa, copó la
atención a nivel nacional, y nos permitió mostrar coordinación, organización. Porque
la campaña consistía en salir en los periódicos, y a los tres días la gente
nuestra en todo el país salía a pintar por todas partes la sigla M-19. Era copar
el país. Y al final de eso, dos acciones que rescataban elementos históricos,
que era la cuestión de la espada de Bolívar y la fuerza en la toma del Concejo
de Bogotá.
A.B. –¿Cómo planeaban
ustedes las acciones?
G.R.N. –Más
que todo discutíamos en el grupo, y poco a poco surgía la creatividad. Las decisiones
eran colectivas, con jerarquías, pero con un criterio de grupo, de botar ideas.
Era tratar de romper los esquemas de la lucha, porque aquí en Colombia la lucha
ha sido una cuestión casi religiosa en manos de la izquierda. Y era difícil
romper con los métodos tradicionales de esa lucha, era como una herejía… El M
siempre ha trabajado sobre nuevas cosas. Incluso llegando a romper nuestros
propios esquemas. A veces ha sido malo, porque hemos cogido cosas muy buenas y
las abandonamos en la mitad del desarrollo, las dejamos tiradas… Y mucho
después nos damos cuenta que ya habíamos desarrollado antes cosas que nos ha
tocado volver a retomar.
A.B. –¿Por qué
las abandonaban? ¿Por ganas de intentar cosas nuevas, o por qué?
G.R.N. –De pronto…
de todo ese desarrollo vemos un aspecto y le damos toda la preponderancia. Y dejamos
el resto tirado. Somos un poco… exagerados en esa cuestión de darle vuelo a las
cuestiones positivas que vemos en un momento dado. Pero hemos fallado en
organizar el conjunto de factores. Ese ha sido uno de nuestros puntos débiles.
A.B. –Hablame
de la gente que pasó por el M.
G.R.N. –Bueno,
primero hay gente que no está porque esto no era para ellos… Es que cuando al
hombre de la ciudad le toca llegar al campo, casi siempre se deshace. Es muy
poca la gente de la ciudad que logra desarrollar una vaina bien así en el
campo. Muy pocos. Es más la gente que se deshace en eso. Además, la gente que
llega al M muchas veces busca un espacio con mucha libertad y poco compromiso. Y
la organización, en muchos casos, no ha sabido manejar eso…
Ahora, los
compas… cuando uno piensa en los compas que se han muerto… por ejemplo, cuando
uno piensa en Bateman… Para mí, Bateman es el hombre que sintetiza todos los
valores de lo que es el M. La capacidad humana, la capacidad intelectual y el
valor. Tres elementos fundamentales que él los concreta totalmente. Boris,
desarrolla más que todo la dignidad y el valor. Fayad desarrolla más la
inteligencia. Yo sufrí mucho cuando mataron a Fayad, porque para mí él era el
hombre que más había desarrollado la capacidad intelectual en el M… Con Boris
uno sufría por el hombre, el valor, la dignidad de él… Por Bateman, porque Bateman fue para uno no solo
el compañero: fue el amigo, el maestro.
A.B. –¿Y qué
es Carlos?
G.R.N. –Yo
creo que Carlos es la madurez de una posibilidad. Tiene inteligencia y tiene
capacidad para sintetizar toda una serie de valores y concretar. No sé por qué
el M ha venido poniendo cada hombre como en el momento justo… Pizarro es el
hombre para concretar estos quince años del M. Es decir, hasta enero del año
pasado se dieron dispersos los elementos del M-19, y en enero se logró hacerlos
entrar como en fase. Y hacerlos entrar también en fase con la sociedad. Y Carlos
ha ido abriendo ese camino.
Yo creo que
Carlos ha ido también madurando en esa tarea. Tiene mucho carisma y una
capacidad de liderazgo muy grande, que es fundamental en una sociedad como la
nuestra, donde las instituciones son débiles y se necesita la fuerza de los
individuos. Yo creo que él tiene cualidades y oportunidad. Porque no solamente
son las cualidades, sino la oportunidad.
El M-19 ya ha
logrado consolidar el marco fundamental de un proyecto. El marco está echado y
cualquiera puede recogerlo y desarrollarlo. ¿A qué otra organización le mataron
tantos hombres de su comandancia y siguió adelante? Se murió Iván Marino, se
murió Boris, se murió Fayad… Y sin embargo, cada vez, la gente que queda se
ubica y el proyecto sigue su evolución. Es como los cohetes esos que hacen los
gringos. O sea, los gringos cuando logran una plataforma lanzan el cohete desde
esa plataforma, y a su vez el cohete es la plataforma para otro cohete. Y la
próxima vez usan una mejor plataforma. Lo mismo pasa con nosotros, cada hombre
del M se levanta desde una plataforma que le ha creado toda la actividad de los
demás. Aquí podrían matarnos a Pizarro, a Otty, a mí, a los que sean, y hay
muchos hombres, hermano, que son capaces de superar lo que estamos haciendo. Porque
incluso están refrenado muchas veces por la presencia de los líderes. Porque el
líder reprime mucho a sus hombres, recorta espacios… y cuando un hombre de esos,
que a veces tiene muchas virtudes, de pronto logra quedar en una
responsabilidad alta, se desatan cosas increíbles.
______________________
*Entrevista a Germán Rojas Niño, el Comandante Raúl.
Grabación: Abril 14, 1989. Santodomingo, Cauca.
Ángel Beccassino, “M-19, El Heavy Metal Latinoamericano”, Fondo Editorial Santodpmingo.
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