Por: Nelson Osorio
JAIME BATEMAN CAYÓN
(El Flaco y/o Pablo)
Donde estés (Otra parte, Más allá, Eternidad del infinito, Más acá)
Tenés razón Flaco. Las cosas se cambian actuando en grande, protagonizando
barro y cosmos a cada paso. Con intrepidez, afecto y magia. Por eso dijiste
aquella noche cuando, cuchara en mano y con la olla en la otra, devorabas el
cucayo del arroz: “Si Bolívar hubiera aspirado únicamente a la Presidencia,
máximo hubiera alcanzado la alcaldía de Santa Marta… Y eso”.
Chamán antes que revolucionario acartonado y temeroso del tramo siguiente,
domador lúcido de tornados políticos y prestidigitador de sueños descomunales,
dejabas la teoría para irla sembrando por el camino. Si en el momento la ruta
no estaba del todo delineada, peor para la teoría porque, según vos, siempre
tiene que existir la posibilidad de realizar algo con pasión desbordada, con
imaginación a borbotones, sin menudencias en descomposición ni zancadillas de
penumbra.
Colombia aquí y ahora
Por ello te hiciste blindar la vida con una pócima eterna de alegría, de Mar
Caribe rumoroso y traga eses, de recovecos citadinos y laderas andinas. Y
cuando fuiste expulsado de las FARC, ya venías calentando en tu magín un volcán
diferente y tumultoso, desabrochado y fértil, con el cráter abierto a todo
aquel o aquella que no estuviese perdidamente cuadriculado. Y a medida que
fueron saliendo de la guerrilla por expulsión o deserción Álvaro Fayad, Iván
Marino Ospina y Carlos Pizarro, te apoyaste en su incandescencia estelar para
redondear el germen de su itinerario, que sumó en su cartografía el anhelo de
alguna gente de la ANAPO, el amasijo de voluntades de varios descarrilados con
la fatiga de izquierda “marxista-leninista” y la frescura irreverente de otros
aún contagiados por grupos o partidos. Así se perfiló un no sabíamos bien qué
en un sí sabíamos dónde y cuándo: Colombia aquí y ahora, guiados por tu atinado
desparpajo de camisa guayabera que impulsó el compañerismo transparente y
desterró la militancia sordomuda, el temor reverencial y la obsecuencia
mediocre. La libertad de disentir fue la bandera, y la capacidad de proponer
fue el viento que la mantendría ondeando con fogosidad.
Luego… ¿te acordás?... con una tarjeta Diners, una campaña publicitaria en los
periódicos de los dueños del ombligo del país y un nombre que Fayad entresacó
de la fecha cuando le burlaron las elecciones debía retornar a su sitio con el
pueblo en el poder. Fue un maravilloso comienzo de este bello lío llamado
porvenir.
El júbilo de ser amigos
Pero Flaco, para qué recontar lo que te sabés de memoria. Mejor decirte que tus
hijas están hermosas. Natalia de Universitaria (en Quito, hace unos años entonó
en su flauta el “Himno de la Alegría” en tu homenaje) y Catalina, colmando de
regocijo sus catorce años. Ambas son muy vos, cada una a su modo. Porque en eso
sí que eras rotundo: en cuidar que a cada quien lo dejaran con su manera de ser,
con sus raíces y valores, respondiendo por aquello que supiera hacer mejor.
“Solo así las cosas salen bien, cuando una las siente como parte propia y no
como un implante”, decías, y seguíamos añadiéndole vallenato (propusiste que
“La Ley del Embudo” fuese el himno del Eme), Sonora Matancera (de Daniel Santos
preferías “El Anacobero”) y Whisky Sello Rojo al “Risk” (ese jueguito marca
Parker traído por México, que consistía en tomarse con soldados, tanques y
aviones las posiciones del enemigo… o pactar la paz, si las condiciones eran
favorables). Noches de diálogos humeantes con florecimiento de fantasías en
medio del único mandamiento que debía ser respetado con fe de carbonero mayor:
el júbilo de ser amigos y poder estar juntos. Desenguayabes domingueros con
fritanga (y arroz, mucho arroz blanco o de coco para vos) y como remate, una
rica película de humor, pues “yo no le jalo a los Bergman que no hacen más que
retorcerle el cráneo a uno”.
Hasta en la forma de tejer tu clandestinidad fuiste informal sin llegar a
fantoche. En la Tribuna occidental del “El Campín” con un lleno memorable (era
una final América-Millos, creo, y vos gritabas animando a los Diablos Rojos),
me dijiste con esa seguridad que nace de la picardía entreverada con la
certeza: “La mejor forma de guardarse es dejarse ver. A mi me paran a cada rato
y me dicen que me parezco mucho a Jaime Bateman”. La verdad, Flaco, es que
nunca te agarraron a pesar de las redadas que te preparaban como con agujas de
acupuntura. Ni cuando el “Picotazo” pudieron con vos.
Esa Avioneta de mierda
Pero te tenías que subir a esa avioneta de mierda. Íntimamente siempre he
creído que vos sabías, presentías. Porque muy pocos días antes te había dado
por recorrer sitios y amigos que hacía tiempo no veías. Inclusive pediste
hablar hasta con compañeros de bachillerato del Celedón de Santa Marta.
Álvaro Fayad contó que hacía apenas dos semanas habían ido juntos a un cine en
Panamá… y que por primera vez en la vida vos habías hablado de la muerte. Y te
trepaste en esa avioneta, Flaco. Y después Iván Marino al techo de la casa en
Cali. Y luego Álvaro a la sala de un apartamento en Bogotá. Y posteriormente
Carlos a un avión rumbo a tu Costa. Y todavía no regresan. ¿Qué carajos pasa
con ustedes que llevan tanto tiempo ausentes? ¿No saben que al país se lo está
llevando el putas? Lo andan subastando a oscuras y a parcelas como el Patriarca
de Gabo loteaba el mar, mientras en el escenario de la orilla aplaude una bien
montada coreografía de comisionistas sin hígados, o brotan anémicas protestas
–le del Eme entre ellas- que son asfixiadas por el ronquido de las olas del
aparato oficial y lapidadas por esa esquizofrenia de querer repicar y andar en
la procesión. Nada que soltamos la tajadita de ponqué que nos arrojaron desde la
mesa los amos del festín.
Empaquen huracanes y regresen
Volvé Flaco. Y que Álvaro, Iván Marino y Carlos empaquen huracanes y regresen.
El multitudinario y fulgurante carnaval que pretendieron para danzar con una
revolución querida y nuestra, se asemeja hoy a unas empanadas bailables
aliñadas con permiso del patrón. La Paz que parieron para agigantarnos nos está
enanizando, nos está volviendo ajenos: en lugar de izarla como la más
deslumbrante y colosal de las conquistas, tomamos el atajo del mendrugo, el
pequeño apetito personal y la intransigencia caudillista, perdiendo la sintonía
con un país que esperaba tanto de la magia del Eme. Por fortuna vos, Flaco,
pregonabas con insistencia: “Mientras haya un eme, el proyecto se salva”. Y en
muchos compas todavía no medran la insignificancia ni la inmediatez, como
tampoco la nostalgia ha logrado cariar su tizón de tercos soñadores.
Volvé Flaco. Vuelvan, así sea a través de otros: toda la vida es tiempo de
cambiar los tiempos.
Con mi abrazo sideral, Nelson.
¡Bateman, siempre! Corinto, Cauca, "26 años después". 23 de abril de 2016. |
Nelson Osorio: Poeta, publicista, fundador del M-19.
Texto tomado de "Bateman" de Patricia Ariza, Peggy Ann Kielland y Clara Romero Bateman, Editorial Planeta, Bogotá, 1992, Pg. 171.
No joda tenía muchas tardes no leía una vaina tan vacana. Creo que Bateman estará de vuelta con nosotros, encarnado, pero lo hará.?
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